La azadirachta índica, más conocida como margosa o árbol del neem, pertenece, como la caoba, a la familia de las meliáceas.
Por sus propiedades intrínsecas, es sin duda un tesoro biológico, constituye en sí mismo una auténtica y completísima farmacia.
Posee alcaloides como la margosina y otras sustancias activas capaces de combatir eficazmente más de 60 enfermedades y dolencias comunes, tales como la tuberculosis, el sarampión, la lepra, la malaria, la diabetes, la bronquitis, los parásitos intestinales, la hipertensión, la artritis, la piorrea, la sinusitis, la sífilis, las hemorroides, la psoriasis, la tiña, úlceras, tumores y un largísimo etcétera. Difícilmente encontraremos otro recurso vegetal tan completo y versátil, con tantas aplicaciones terapéuticas.
En un informe titulado “El Neem aporta soluciones a problemas globales”, el Consejo de Investigación Nacional de los Estados Unidos (NRC) considera este árbol como “la más prometedora de todas las especies vegetales por el hecho de que puede beneficiar eventualmente a todos los habitantes de éste planeta, "ninguna otra especie vegetal ofrece tal variedad de productos y subproductos útiles y explotables”.
El Neem ha sido declarado por las Naciones Unidas como “el árbol del siglo XXI”. Y es que, como dijera un investigador de la Academia Americana de la Ciencia, “si hubiera que salvar una única planta de una hipotética catástrofe mundial, no habría ninguna duda sobre la elección: el árbol del neem”.
Entre los amantes del Neem se encuentran personajes notables, como Mahatma Gandhi, que regularmente usaba una salsa picante con hojas de Neem para condimentar sus comidas. O, más recientemente, la ecologista y Premio Nobel Alternativo Vandana Shiva quien, oponiendose al intento de las multinacionales de patentar los compuestos activos de esta planta, se jacta de que: “la India siempre ha compartido con la comunidad mundial el árbol del Neem y el conocimiento adquirido durante generaciones sobre sus innumerables posibilidades de uso”.
En occidente, el uso médico del Neem ha sido recomendado por los más prestigiosos divulgadores de las medicinas naturales o alternativas, como el Dr. Deepak Chopra o el Dr. Andrew Weil.
Y es que, en el terreno de la salud, pocas cosas hay para las que el Neem, sus extractos y sus aceites, no sean un buen remedio. En uso externo, para la piel, el cuero cabelludo y las articulaciones. En uso interno, para la boca y el estómago, los pulmones, los riñones, el corazón... Es asombroso cómo un solo árbol puede ofrecernos tantos remedios. Todo en el Neem es aprovechable: las hojas, las ramas, las semillas, la corteza... Cada una de las partes de este árbol contiene potentes sustancias muy activas contra múltiples patógenos.
El Neem tiene, entre otros, efectos bactericidas, antiinflamatorios, antivirales, antipiréticos, insecticidas y fungicidas. En la cultura y la medicina ayurvédica el neem se conoce y viene siendo utilizado desde hace más de 5.000 años. Un viejo refrán popular del sánscrito dice: “Ivasthyamdadati de nimbati”, lo que traducido significa “el Neem proporciona buena salud”.
Pero el Neem no sólo es útil para la salud humana. La madera es muy apreciada en la fabricación de muebles (no olvidemos que el Neem está emparentado con la caoba). También sirve como alimento para hombres y animales, se utiliza en medicina veterinaria, en la elaboración de cosméticos y sobre todo en la moderna industria de los fitosanitarios ecológicos.
A partir del Neem se elaboran insecticidas, fungicidas y fertilizantes de extraordinario valor para la agricultura y la jardinería integral o biológica. Actualmente existen en el mundo 18 millones de árboles del Neem. La mayoría se encuentran ubicados en el subcontinente indio de donde son originarios, pero también son numerosos en Oriente Medio y en Asia suroriental, Africa subsahariana, Australia, Centroamerica y Sudamérica (sobre todo en el área del Caribe) y en algunas islas del Índico, el Pacífico y el Atlántico como Mauricio, Fiji o Haití respectivamente.
Así pues, el árbol del Neem se cultiva hoy en día por todo el planeta, a lo largo de la franja comprendida entre el Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio.
El Neem es además un árbol muy apreciado por los ambientalistas y ecologistas. Purifica el aire, ayuda a combatir la contaminación ambiental y enriquece los suelos, ayudando a restaurar áreas degradadas por la erosión o por el abuso de pesticidas químicos.
Quienes habitan en climas cálidos conocen muy bien su capacidad para dar sombra y refrescar la atmósfera. Se dice que durante los meses de verano, la temperatura debajo de un árbol del Neem puede llegar a ser hasta 10º centígrados inferior a la temperatura circundante.
En la India, muchas familias cuelgan ramitas del Neem en la puerta de sus hogares como escudo protector contra la contaminación ambiental. También es habitual plantar el Neem en el jardín familiar para mantener el aire de la vivienda limpio de impurezas y, de paso, ahuyentar a los insectos.
En los años 80, un filántropo saudí seguidor de Mohammed Nabi plantó alrededor de 50.000 árboles del Neem en los llanos de Arafat, un desértico paraje cerca de la Meca, para proporcionar sombra y frescor a los peregrinos musulmanes. Este lugar santo es ahora un espacio confortable en el que acampan cada año dos millones de peregrinos.
Estas plantaciones han tenido un marcado impacto positivo en el microclima del área, la microflora y la microfauna, mejorando sensiblemente la fertilidad y las características de los suelos arenosos.
El Neem es agradable a la vista, embellece el paisaje, proporciona paz y serenidad a las personas y sirve de refugio a muchos organismos beneficiosos, a pájaros, insectos, pequeños mamíferos, etc. Las abejas construyen en ellos sus panales, que de esta forma quedan protegidos contra las infecciones, y producen en ellos miel de excelente calidad.
La carne dulce de los frutos del Neem sirve de alimento a aves e insectos, mientras que ciertos roedores se alimentan con su corteza y sus ramas. Las hojas secas del Neem al caer, forman un manto sobre la tierra que mejora la fertilidad de los suelos y su contenido orgánico. El árbol tiene la apariencia de un microcosmos vivo.
El Neem crece tan rápidamente que en 6 años puede alcanzar 10 metros de altura y desarrollar un volumen, ramas incluidas, de 12 metros de diámetro. Sin embargo, goza de una larga vida; puede sobrevivir hasta 200 ó 300 años. Por su robustes y sus especiales características, es una especie muy valiosa para la silvicultura de las zonas cálidas, ideal para programas de repoblación forestal, para rehabilitar suelos semiáridos y restaurar áreas degradadas, amenazadas por la desertificación.
En el verano de 1987, el Estado Indio de Tamil Nadú padeció una severa sequía que terminó por arruinar gran parte de la vegetación existente. Sin embargo, los árboles del Neem no sólo sobrevivieron, sino que además, para asombro de los moradores, crecieron de forma ostentosa.
También a finales de los años 80, en Níger, los árboles del Neem fueron plantados en hileras dobles a lo largo de 500 kilómetros sobre el valle de Majjia para proteger las cosechas de mijo. Como consecuencia, la producción de grano se incrementó en cerca de un 20 por ciento.
En el litoral de Kenia y en Tanzania se han llevado a cabo reforestaciones similares con el árbol del neem para fortalecer los suelos áridos y mejorar las cosechas, obteniéndose exitosos resultados.
En zonas de bajas precipitaciones, la repoblación con árboles del Neem ofrece ventajas indiscutibles. En Somalia y Mauritania el Neem se ha utilizado con éxito para detener la extensión del desierto del Sáhara.
En éste último país, hace algunos años, una plaga de langosta arruinó por completo la masa forestal de una extensa región. Por sus propiedades insecticidas, los árboles de Neem fueron los únicos supervivientes de la catástrofe ecológica.
El Neem no sólo es útil en silvicultura. Desde hace centenares de años los hindúes plantan este árbol en las ciudades, a lo largo de bulevares y avenidas, en plazas y mercados, tanto por sus cualidades ornamentales como por los beneficios que proporciona: sombra permanente, frescor y cobijo.
Ya en el siglo III antes de Cristo, el emperador Ashoka ordenó que el Neem fuera plantado a lo largo de las carreteras y los caminos reales de la India antigua.
En la actualidad, sus posibilidades como materia prima para la elaboración de biopesticidas suscitan un creciente interés. Entre 1994 y 1997 se desarrolló en Europa el proyecto “Aztec” (Azadiraschtin Technology) subvencionado por la Dirección General XIII de la Comisión Europea para explorar su potencial aprovechamiento como biopesticida, proyecto en el que colaboraron industrias, universidades y centros de investigación de diversos países europeos.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que la azadiractina es un biopesticida natural presente en el árbol del Neem que ha demostrado constituir una alternativa válida frente a la utilización de pesticidas sintéticos más agresivos para el medioambiente.
La azadiractina es una molécula compleja que ha resultado imposible de reproducir por síntesis química. Este compuesto activo ha demostrado ser inofensivo para los vertebrados en general y los mamíferos -incluido el hombre- en particular, pero resulta ser efectivo contra cerca de doscientas especies de insectos nocivos para las plantas al tiempo que respeta la fauna auxiliar (mariquitas, abejas, etc.). También es eficaz contra los hongos.
Por otra parte, el árbol del Neem puede ser aprovechado para la producción de biomasa. Dependiendo de las características del terreno, el espacio, la pluviosidad y otros factores, los árboles crecidos del Neem pueden producir decenas de toneladas de biomasa, de las que cerca del 50% se obtiene de las hojas y el 50% restante del tronco y los frutos.
Por Esteban Cabal en Revista Natural, Salud y Ecología.